En los últimos años, Argentina enfrenta una crisis silenciosa pero devastadora en la salud pública: la cobertura de vacunación infantil ha caído a mínimos históricos, poniendo en jaque décadas de avances médicos. Según datos del Ministerio de Salud y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), en 2024 ninguna vacuna del Calendario Nacional alcanzó el 95% de cobertura necesario para la inmunidad colectiva. La triple viral (contra sarampión, rubéola y paperas) apenas llegó al 46%, un desplome desde el 90% registrado entre 2015 y 2019. El refuerzo contra la poliomielitis cayó del 88% al 47%, y la triple bacteriana celular (que previene difteria, tétanos y tos convulsa) se hundió al 46,4%, comparado con el 97% de 2010. Esta tendencia, agravada por la pandemia y la desinformación, no solo afecta a los niños, sino a toda la población.

El impacto es letal y se evidencia en el resurgimiento de enfermedades que el país había controlado o erradicado. La tos convulsa, o coqueluche, una infección bacteriana altamente contagiosa que causa accesos de tos violentos y puede llevar a neumonía, convulsiones o muerte, ha triplicado sus casos en 2025: 627 confirmados hasta noviembre, frente a cifras mucho menores en años previos. Peor aún, la enfermedad ha cobrado siete vidas infantiles este año, todas en menores de dos años: cuatro bebés de 6 a 23 meses sin vacunación completa y tres lactantes menores de dos meses, cuyos casos se vinculan directamente a la falta de inmunización materna durante el embarazo. La vacuna dTpa, obligatoria para embarazadas a partir de la semana 20, solo cubre al 69% de ellas, dejando a los recién nacidos desprotegidos en sus primeros meses de vida, cuando son más vulnerables. Esta falla en la “inmunidad pasiva” materna permite que la bacteria *Bordetella pertussis* circule libremente, rompiendo el “efecto rebaño” que protege a los no vacunados.

La no vacunación infantil no es un problema aislado: debilita la inmunidad colectiva, permitiendo que patógenos olvidados afloren y afecten a adultos, ancianos y personas con comorbilidades. Enfermedades como la hepatitis A (aumento el 540%), sarampión (3.300%) y tos convulsa (134%) ya muestran brotes, recordándonos que el éxito de las vacunas radica en su aplicación masiva. En un país donde la polio no se ve desde 1984 gracias a la vacunación, esta regresión es un retroceso evitable que cuesta vidas y recursos sanitarios.
Frente a esta emergencia, el rol del Estado debería ser pivotal en la promoción de la vacunación: campañas masivas, educación en escuelas y refuerzo de estrategias territoriales para captar a niños, adolescentes y embarazadas con esquemas incompletos.

